Reglas del metodo sociologico pdf
Acerca de los temas que nos. Cuando dijimos en repeti-. Cuando dijimos expresamente y repetimos de. En efecto, se nos imputaron opiniones. No hay. A ello ha contribuido. No obstante, pese a todo lo reales que sean los. Algunos encuentran. En pocas. La cosa se opone a la. Cosa es todo objeto de. Tratar como cosas a los hechos de un. Pero, cuando se trata de hechos propiamente. En efecto, aunque tales hechos. Por este motivo. Nada es bueno definitivamente y sin medida.
Sin la una, no se concibe la otra. En efecto, si el crimen es una enfermedad, la pena es su remedio. Sin embargo, prescindiendo de este criterio, no solamente se expone el autor a confusiones y erro- res parciales, como los que acabamos de recordar, sino que hace imposible la misma ciencia. Para los primeros. Para los otros, pueden calcularse una vez para siempre, y para el conjunto de la humanidad.
Todo individuo es un infinito, y el infinito no puede agotarse. Para esto hace falta un criterio superior al individuo, y que. Aun sin llevar las cosas con este rigor.
Estas dos partes de la ciencia son solidarias y se ayudan mutuamente en su progreso. Cuando la horda deviene un segmento social en lugar de ser la sociedad entera, cambia de nombre y se llama clan, pero conserva los mismos rasgos constitutivos. Como tipos superiores. Pero esto no impide que hayan especies.
Desde este punto de vista existe. En el reino social falta esta causa interna. Los atributos distintivos de la especie no reciben, por tanto, de la herencia un aumento de fuerza que le permita resistir a las variaciones individuales. Su existencia la deben a causas de otra naturaleza. Es necesario que se den fuerzas capaces de producir esta fuerza determinada, con naturalezas capaces de hacer sur- gir esta naturaleza especial.
De esta manera, las palabras sir- ven para expresar ideas nuevas, sin cambiar su contextura. Esto demuestra que las causas que los en- gendran son independientes de los fines para que sirven. En efecto. Es una fuerza que tiene su naturaleza propia; para que esta naturaleza sea provocada o alterada, no basta que encontremos en ello alguna ventaja. De esta manera no volvemos, ni si- quiera parcialmente.
Pero con preferencia a las anteriores considera- ciones. Sin duda, los hechos exteriores. Estas dos tenden- cias son mutuamente solidarias. Es verdad que ad- mite que una vez formada la sociedad, reacciona sobre los individuos.
Primitiva o derivada, es de la naturaleza humana de donde todo proviene. Puesto que la autoridad ante la cual se inclina el individuo ovando obra, siente o piensa socialmente, le domina en este punto, es que esta autoridad es un producto de fuerzas que le son superiores y de las cuales, por consiguiente, no puede dar cuenta. Se comprende, en efecto, que ya que ella supera infinitamente al individuo en el tiempo y en el espacio, se encuentre en condiciones de impo- nerle la manera de obrar y de pensar, cine ha consa- grado con su autoridad.
Igual derecho tenemos a preguntar si esta ley no penetra hasta en el mundo mineral y si las diferencias que separan los cuerpos inorganizados no tienen el mismo origen. Pero en realidad. A conse- cuencias de mi nacimiento estoy ligado de una ma- nera obligatoria a un pueblo determinado. Ahora bien, co- mo dijimos, iodo lo obligatorio tiene su fundamento fuera del individuo.
Las repre- sentaciones, las emociones, las tendencias colecti- vas, no tienen por causas generatrices determinados estados de la conciencia de los particulares, sino las condiciones en que se encuentra el cuerpo social en su conjunto. Ya que aun en el caso de que la sociedad no sea sino una multitud inorganizada, los senti- mientos colectivos que se forman en ella, no sola- mente no pueden asemejarse, sino que pueden hasta oponerse a una parte de los sentimientos individua- les. La familia patriarcal estuvo casi tan desarrollada entre los indios como entre los indios, y no se encuentra entre los eslavos, que son, sin embargo, de raza aria.
La familia matriarcal y el clan se observan en todas partes. Ya que no implica una forma social con preferencia a otra, no puede explicar ninguna. Llegamos, pues, a la siguiente regla: La cansa determinante de un hecho social debe buscarse en- tre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual.
Sin duda al- guna, puede suceder, y sucede, en efecto. Los elementos que componen este medio son de dos clases: cosas y personas. Como factor activo queda. Los negocios que se anudan por encima de las fronteras que separan a los pue- blos, no las hacen desaparecer. Por el contrario, es evidente que el estado en que se encuentra en cada momento de la historia depende de cansas sociales, de las cuales unas son inherentes a la sociedad misma. Ahora bien, el medio social.
Pues si se prescinde de ella. Es verdad que esto puede parecer suficiente. Las etapas que recorre sucesivamente la humanidad no se en- gendran las unas a las otras. Es verdad que generalmente se. Nada nos asegura que los hechos realizados expresen tan completamente la naturaleza de esa tendencia, para que pueda prejuzgarse el fin a que aspira, de acuerdo a aquellos por que ha pasado sucesivamente.
Es completamente arbitrario el considerar, como lo hace Comte, el tercer estado como el definitivo de la humanidad. Si existen especies sociales, es que la vida colectiva depende ante todo de condi- ciones concomitantes que presentan una cierta di- versidad. No admitimos ninguna de estas dos doctrinas. Admite Mill, en efecto, que una misma con- secuencia no resulta siempre de un mismo antece- dente, sino que unas veces se debe a una causa y otras a otra.
Pero si, por el contrario, el lazo causal tiene algo de inteligible, no puede ser en este punto indeterminado. Ahora bien, lo que decimos de estas explosio-. Cuando se observan los hechos tal como son y. Si con el tiempo. Un pensamiento que se encuentra en todas las con-. Si nos hemos. Lo que los consti-. En efecto, algunos de esos. La costumbre colectiva no existe solamente en. Ninguno de ellos se encuentra por completo en las apli-. Pero basta que exista de una. Por otra parte, aunque no se.
Estos son sin duda hechos sociales. A pri-. Lo que expresa es cierto estado. En cuanto a. Participan a la vez de los dos.
En el reino social, falta esta causa interna. Los atributos distintivos de la especie no reciben de la herencia un aumento de fuerza que les permita resistir a las variaciones individuales. Desde entonces, se han hecho diversos ensayos en este sentido, especialmente los de Vierkandt 'Die Kulturtypen der Menscheit, en A rchiv. Pero es imposible admitir que una misma individualidad colectiva pueda cambiar de especie tres o cuatro veces.
La necesidad que tenemos de las cosas no puede ser que sean tales o cuales y, por consiguiente, no es esa necesidad la que puede sacarlas de la nada y conferirles el ser. Nuestros sentimientos respecto a la uti- lidad que presentan pueden incitarnos a poner estas causas en marcha y a producir los efectos que impli- can, pero no a suscitar estos efectos de la nada. El juramento ha empezado por ser una especie de prueba judicial para convenirse simplemente en una forma de testimonio solemne e imponente.
Por lo tanto, las causas que le dan el ser son independientes de los fines a los que sirve. Es una fuerza que posee su naturaleza propia; para que dicha natura- leza sea suscitada o alterada, no basta que le reconoz- camos alguna ventaja.
Pero la verdad es lo contrario. En efecto, este orden corresponde al de los hechos. Porque basta que no sirva para nada para que sea perjudicial por el mismo motivo, porque, en ese caso, cuesta sin rendir nada.
Estas dos tendencias son solidarias una de otra. Ii I bid.. II, Las resultantes tienen que diferir, puesto que las componen- tes difieren hasta ese punto. Debido a mi nacimiento, estoy obligatoriamente ligado a determinado pueblo. Y todo lo que es obligatorio, lo hemos demostrado ya, tiene su origen fuera del indi- viduo. Por lo tanto, no tenemos que discutirlo. Las representaciones, las emociones, las tendencias colec- tivas no tienen por causas generadoras ciertos estados de las conciencias particulares, sino las condiciones en que se encuentra el cuerpo social en su conjunto.
Hemos visto que incluso cuando la sociedad se " Si es que existe antes de toda vida social. II, cap. Llegamos por lo tanto a la regla siguiente: la causa determinante de un hecho social debe ser bus- cada entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual. Los elementos que componen ese medio son de dos clases: las cosas y las personas. Claro que se las puede tener en cuenta en las explicaciones que inten- tamos.
Por lo tanto queda como factor activo el medio propia- mente humano. Los negocios que se realizan cruzando las fronteras que separan a los pueblos no hacen que dichas fronteras no existan. Al contrario, es evidente que el estado en que se encuentra a cada momento de la historia depende de causas sociales, de las cuales unas son inherentes a la sociedad misma, mientras que las otras dependen de las acciones y las reaccio- nes que se producen entre esa sociedad y sus vecinas.
Por otra parte, la ciencia no conoce causas primeras en el sentido absoluto de la palabra. Lo que acabamos de decir respecto al medio gene- ral de la sociedad puede repetirse acerca de los medios especiales para cada uno de los grupos particulares que encierra. Hay que volver siempre a esto. Esto puede ser suficiente. Las etapas que recorre sucesiva- mente la humanidad no se engendran unas a otras. Comte considera arbitrariamente el tercer estado como el estado definitivo de la humanidad.
Si hay especies sociales es porque la vida colectiva depende ante todo de condi- ciones concomitantes que presentan cierta diversi- dad. Un decreto de la voluntad la ha creado, otro decreto puede transformarla. Por consiguiente, mientras sea normal no tiene necesidad de impo- nerse. En principio, basta dejar que las fuerzas indi- viduales se desarrollen en libertad para que se organicen socialmente.
Pero ninguna de estas doctrinas es la nuestra. Se debe simple- mente a que el individuo se encuentra en presencia de una fuerza que lo domina y ante la cual se inclina; pero esta fuerza es natural.
En efecto, admite que un mismo consecuente no resulta siem- pre de un mismo antecedente, pero puede ser debido a veces a una causa y a veces a otra. Pero si, al contrario, el lazo causal tiene algo inteligi- ble, no puede ser indeterminado hasta ese punto. Lo mismo ocurre con el crimen. En efecto, para que sea demostrativo, no es necesario que todas las variacio- nes diferentes a las que se comparan hayan sido rigurosamente excluidas.
Es cierto que las leyes establecidas por dicho proce- dimiento no se presentan siempre de golpe bajo la forma de relaciones de causalidad. Para que den resultado bastan algunos hechos. Sin duda, no tiene que rehacer la obra de los historiadores; pero no puede tampoco recibir pasivamente y de cualquier mano las informaciones que utiliza. Citemos, por ejemplo, el crimen, el suicidio, la natalidad, la nup- cialidad, el ahorro, etc.
Ilustrar una idea no equivale a demostrarla. Luego se pueden establecer comparaciones entre esos diversos desarrollos. Para poder explicar el estado actual de la familia, del matrimo- nio, de la propiedad, etc.
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